lunes, 2 de enero de 2012

Gélida noche...

La luna está a punto de caer sobre el horizonte, es el momento más oscuro de la noche, las estrellas brillan con toda su intensidad, sin embargo hay algo que opaca su luminosidad, es tu sonrisa, esa linda mueca de tu rostro que ilumina mi alma.

El gélido frío no me deja pensar, sólo me limito a mirar ese hermoso ser que tengo enfrente, ese ser que con su paliducha figura se confunde entre la nieve, ese mismo ser que con cada pestañeo me hace sentir la tan inconfundible brisa invernal, ese bello ser al que solo le faltan alas para convertirse en un ente celestial.

El paisaje te complementa, entre la nieve te escondes, pero la calidez de tus labios te delata, mi ser sabe cuando estás cerca, entre el bosque y su olor te confundes, más nunca podre olvidar el dulce aroma de tu piel, ni siquiera el instinto de los animales salvajes puede compararse con la fiereza con la que nuestros labios se unen en ese beso único, tan especial que me roba el aliento.

El tiempo pasa, sigue su curso, la luna cada vez está más cerca de desaparecer tras la montaña, yo sigo inmóvil, extasiado con la belleza de tu ser, no quiero que el tiempo avance más, no quiero porque tal vez te irás, te irás llevándote contigo tú sonrisa, esa sonrisa que como un candil ilumina mis pasos en las noches que como esta, son gélidas y sumamente oscuras.

Caminas hacia mí, mi palpitar se acelera, cierro los ojos, cuando los vuelvo a abrir, estás frente a mi, estás sonriendo, el alba nos sorprende, te envuelve, dejándome sin palabras cuando te fundes con esos primeros rayos de sol logrando una estampa de dioses...

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