martes, 24 de enero de 2012

Sobre tus lomos.

Estoy exhausto, la batalla continúa, sobre esta pequeña loma puedo observar todo, soy el teniente de caballería Fausto de la Mora, el día está agonizando, sobre el horizonte veo morir al sol, lo veo morir como si estuviera en la batalla, esta misma batalla que se ha tornado eterna, eterna y agotadora.

Sobre mi fiel Morelos, un potro mexicano alto, prieto tres albo, llamado así en honor al siervo de la nación, me inspiro a continuar la batalla, un episodio de esta guerra un tanto absurda, pero mi patria está en juego, mi patria que tanto amo y que no quiero que este en manos de extranjeros.

Aún recuerdo este llano en el cual estoy luchando, lo recuerdo diferente, lo recuerdo lleno de alegría, con un poco menos de adrenalina de la que hoy lo invade, lo recuerdo radiante, lo recuerdo arreando a todo el ganado sobre mi fiel caballo, lo recuerdo de fiesta tomando tequila con otros charros.

Además de oficial de caballería soy charro y caporal de la hacienda de Tejalpa, esto me da ventaja sobre los atacantes, la mayoría de los hombres a mi cargo son jinetes de la región, conocen como su mano el escabroso terreno, hemos domado cientos de potros en estos llanos, que nos pueden a durar esos gorros azules.

Recibo órdenes del general Díaz, Porfirio me ha encomendado que los franchutes no lleguen a Toluca, sé que eso solo lo podrán lograr si pueden arrancarme la vida y aún así lo dudo por mis fieles soldados.

Mi fiel corcel espera mis órdenes, mis fieles soldados se baten a muerte debajo de esta pequeña montaña, busco un pequeño momento de tranquilidad, cierro mi ojos analizando lo que estaba a punto de hacer, me hace abrirlos el estrepitoso sonido de un cañonazo que choca cerca de donde estoy, mi caballo está listo para bajar esa loma a galope, desenfundo mi sable, regalo de mi abuelo, coronel de caballería del ejercito en tiempos de la intervención norteamericana, ese sable con un águila tallada en hueso en el mango que trae todo el honor de mi abuelo a mis manos, le doy la orden a mi caballo y espueleo para bajar a galope hasta aquel llano.

Bajo hasta la batalla, con el sable me llevo unas cuantas vidas de franchutes desalmados, mi costumbre era pelear con sombrero charro, además de la protección que me daba, me encantaba la mirada de terror que tenían esos francesitos cuando veían mi sombrero de ala ancha, guardo mi sable, con la reata lazo a un francés y lo llevo arrastrando como legua y media, era una batalla que estábamos ganando.

Mi corazón latía muy fuerte, entre mis rodillas sentía el de Morelos latir aún más rápido, nuestras almas se unificaron en esa batalla, nos fundimos en un centauro, de la silla sacó mi carabina, empiezo a disparar, me dirijo a la maleza, ahí donde esos francesitos estaban escondidos.

De pronto como si fuera un rayo, una bala me alcanza sobre los lomos de Morelos, el cálido beso del plomo me paraliza unos segundos, me hace caer, el dolor en mis costillas es insoportable, pero no quiero que esos foráneos canten victoria.

Como puedo me pongo de pie, no podía respirar, aquél pedazo de plomo me había dejado maltrecho, de repente veo avanzar a 4 franceses hacia mí, todos apuntándome con sus rifles.

Una voz de mando les ordena algo, yo no lo entiendo, cierro los ojos, escucho una detonación, por un momento pensé que había muerto, cuando abrí los ojos solo ví tendido a Morelos frente a mí, en ese momento el dolor físico desapareció, se fue para dar paso a un dolor aún mayor, habían matado a mi amigo, a mi compañero de batalla, de sus lomos saque un rifle, maté a dos franceses de un solo tiro, una lluvia de balas me cubrió.

Cierro los ojos, ya todo acabo, cierro los ojos y lo veo, estoy montado sobre Morelos, galopando por un hermoso llano, lleno de paz, lo acarició y le digo que ya todo ha acabado, ganamos la guerra, esa guerra en pro de la libertad.

Con mi último aliento solo grite viva México, lo acaricié para calmarlo y ahí quede tendido sobre los lomos de mi fiel caballo…

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