lunes, 30 de mayo de 2016

Solías...

Solías susurrarme al oído «te quiero»,
junto a tu mano rondando mi ser,
respirando tranquila sobre mi pecho,
derrumbando las barreras que creé. 

Solías convertirte en pureza,
aquellos días al amanecer,
desnuda derramando tu esencia,
caminando me hacías estremecer. 

Solías recordarme que tu eras mi alma,
esa niña que me hace creer;
la mujer que me llena de calma,
con los besos que no puedo tener.

Solías ser tú quien miraba tranquila,
que noche a noche me hacías crecer;
aquella estrella que hoy ya no brilla,
esa diosa a la que aún tengo fe. 

domingo, 22 de mayo de 2016

Despojos.

Tenías el mar entre los ojos,
me lo decía locamente tu mirada,
aquél vacío repleto de vastedad;
prisión inexplicable de mis sueños.

Suavemente caías como el ocaso en mis brazos;
noche a noche tus claros de luna me miraban,
sedientos de mí, de mis argumentos vagos;
o de ti y tu falsa intención de escucharme.

Detrás de las cadenas estaba mi alma,
aquella sujeta al vaivén de tus caderas perfectas;
misterioso centro de gravedad de mi triste planeta,
la fortaleza que refugiaba mis corazones rotos.

Con tus suaves gemidos ambientabas mi noche,
con esa dulce humedad escurriendo por tus muslos,
con tus dedos en mi cabello,
con tus pechos desnudos como mi almohada;
argumentos con los que me aferraba a ti,
a la sedienta ansiedad de mi ser por tomarte,
por atarme a ti, 
por saber de ti.

Y ahora aquí, juntando los despojos del ayer,
sonriéndole hipócritamente al espejo,
desnudo ante la hecatombe del silencio,
murmurando a gritos tu nombre,
sonriendo, al final, fumando mientras te espero.

martes, 17 de mayo de 2016

Paraíso

Me pierdo en el ocaso sobre tus pechos,
ese horizonte que se creó en mi mente;
sofocado en el manantial de tu vientre,
cobijado por el calor de tus muslos.

Sonriente me miras mientras respiro desnudo,
al final tu sonrisa me refleja la belleza del pecado;
el sabor de deseo que acaba de impregnarme el alma,
a estrellarme contra el piso.

Tan sutil soy que quepo entre la distancia exacta entre tus senos,
indefenso como un pequeño cachorro; 
tan magnánimo cuando estás entre mis brazos,
poderoso como el rey frente a su ejército.

Eres tú, mi pachamama,
el origen y el fin;
mis anhelos y mis rezos,
esos rezos ateos y sinceros;
mis sonrisas idiotas de adolescente enamorado,
los sutiles mensajes de amantes en botellas lanzadas al mar;
la mirada de los sillones que han visto pasar a las putas;
el bandoneón que acurruca con su ritmo la pasión del tango.

Eres tú, aquél paisaje que retrato en mi mente;
aquél mágico lugar entre mis pasiones al que siempre vuelvo,
la aurora que alumbra mis campos;
el arrebol que me incendia el iris.

Paisaje divino, diosa en imagen...

martes, 10 de mayo de 2016

Signora...

A Ana Santos

Sigo pensándote,
cada que necesito paz,
cada que hay suplicio,
al final siempre estás.

Tus suaves manos que me abrazan,
ese tacto que reconforta,
que alivia,
que me devuelve la vida.

Al final del día siempre está tu figura;
silueta inolvidable;
reflejo del primer amor intrastocable;
 susurro de ternura.

Está en ti mi fuerza,
la cura de todas mis nostalgias,
aquella de mis rodillas raspadas y sangrantes;
de mi primer corazón roto;
de mi primer borrachera.

Está en tu mirada el orgullo, 
aquél poderoso túnel que me inunda de certeza,
aquél rayo con el que me decías que todo va estar bien,
tu sonrisa infaltable cuando sentía que me quebraba.

En tu vientre conocí la poesía;
tus suaves palabras que calmaban mi llanto;
el toque mágico de los arreboles,
ese que intento reproducir cuando te abrazo;
aquél sabor a cielo que me dejan tus besos.

Hoy por ti y para ti estoy,
desde siempre y hasta nunca;
con la certeza de que eres mi primer amor;
con la agonía de no saberte eterna.

Hoy por ti estoy,
por y para ti, señora,
mujer valiente que afronto al destino;
eres la prueba de que Dios me ha querido. 

miércoles, 4 de mayo de 2016

Vivo

Vivo en una alucinación eterna de tenerte;
de vivir de tus sonrisas fáciles y dúctiles,
de ser presa de tu vehemencia al amar;
vivo, así ligero pensando en ti.

Saboreando las migajas de tus te amos susurrados,
la sensación vital de mi piel rozando tu cuerpo;
recitando sin parar el poema de tus ojos verdes.

Y aquí me sigues teniendo,
viviendo,
atado a un fracaso,
amando en la distancia,
lamiéndome las heridas,
cicatrizando sin quererlo hacer.

Por eso vivo
-si a esto se le llama así-
confiado en la paz de tus pasos ahora lejanos;
conjurando el futuro desde tus caderas;
sediento del manantial de vida entre tus piernas.

Por eso vivo, así sin vivir,
con la abrupta necesidad de tenerte,
con la sonrisa chueca desde que no estás;
pero aquí sigo... Vivo.