domingo, 22 de mayo de 2016

Despojos.

Tenías el mar entre los ojos,
me lo decía locamente tu mirada,
aquél vacío repleto de vastedad;
prisión inexplicable de mis sueños.

Suavemente caías como el ocaso en mis brazos;
noche a noche tus claros de luna me miraban,
sedientos de mí, de mis argumentos vagos;
o de ti y tu falsa intención de escucharme.

Detrás de las cadenas estaba mi alma,
aquella sujeta al vaivén de tus caderas perfectas;
misterioso centro de gravedad de mi triste planeta,
la fortaleza que refugiaba mis corazones rotos.

Con tus suaves gemidos ambientabas mi noche,
con esa dulce humedad escurriendo por tus muslos,
con tus dedos en mi cabello,
con tus pechos desnudos como mi almohada;
argumentos con los que me aferraba a ti,
a la sedienta ansiedad de mi ser por tomarte,
por atarme a ti, 
por saber de ti.

Y ahora aquí, juntando los despojos del ayer,
sonriéndole hipócritamente al espejo,
desnudo ante la hecatombe del silencio,
murmurando a gritos tu nombre,
sonriendo, al final, fumando mientras te espero.

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