Vivo en una alucinación eterna de tenerte;
de vivir de tus sonrisas fáciles y dúctiles,
de ser presa de tu vehemencia al amar;
vivo, así ligero pensando en ti.
Saboreando las migajas de tus te amos susurrados,
la sensación vital de mi piel rozando tu cuerpo;
recitando sin parar el poema de tus ojos verdes.
Y aquí me sigues teniendo,
viviendo,
atado a un fracaso,
amando en la distancia,
lamiéndome las heridas,
cicatrizando sin quererlo hacer.
Por eso vivo
-si a esto se le llama así-
confiado en la paz de tus pasos ahora lejanos;
conjurando el futuro desde tus caderas;
sediento del manantial de vida entre tus piernas.
Por eso vivo, así sin vivir,
con la abrupta necesidad de tenerte,
con la sonrisa chueca desde que no estás;
pero aquí sigo... Vivo.
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