martes, 10 de mayo de 2016

Signora...

A Ana Santos

Sigo pensándote,
cada que necesito paz,
cada que hay suplicio,
al final siempre estás.

Tus suaves manos que me abrazan,
ese tacto que reconforta,
que alivia,
que me devuelve la vida.

Al final del día siempre está tu figura;
silueta inolvidable;
reflejo del primer amor intrastocable;
 susurro de ternura.

Está en ti mi fuerza,
la cura de todas mis nostalgias,
aquella de mis rodillas raspadas y sangrantes;
de mi primer corazón roto;
de mi primer borrachera.

Está en tu mirada el orgullo, 
aquél poderoso túnel que me inunda de certeza,
aquél rayo con el que me decías que todo va estar bien,
tu sonrisa infaltable cuando sentía que me quebraba.

En tu vientre conocí la poesía;
tus suaves palabras que calmaban mi llanto;
el toque mágico de los arreboles,
ese que intento reproducir cuando te abrazo;
aquél sabor a cielo que me dejan tus besos.

Hoy por ti y para ti estoy,
desde siempre y hasta nunca;
con la certeza de que eres mi primer amor;
con la agonía de no saberte eterna.

Hoy por ti estoy,
por y para ti, señora,
mujer valiente que afronto al destino;
eres la prueba de que Dios me ha querido. 

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