martes, 25 de agosto de 2015

Reminiscencias

Hay un monumento que se erige a ti,
no sé donde está, eso ya lo olvidé,
pero sigue ahí, de pie,
esperando y recordándome que estás.

Hay sutiles manchas de tinta en la pared, 
de esas que cuando me besas brotaban,
aquellos otrora proyectiles de pasión,
hoy, solamente epitafios de un amor occiso.

Están también las esquirlas de la memoria,
aquellas que violentamente te traen de vuelta,
que te reflejan en el cristal desnuda,
con tus pechos perfectos mientras me abres los brazos;
con tus dedos taladrándome las penas;
con tu sonrisa diáfana que me ilumina los mundos.

Están esas y todas las reminiscencias,
los besos robados que vienen a reclamar facturas,
los encuentros furtivos con nuestras pieles desnudas como trofeo,
todas las estrellas que te baje, que ya no caben en el ropero,
también tus discos y tu pañuelo;
aquellos lugares en donde te quedaste,
aquellos sitios que yo te regalé.

martes, 11 de agosto de 2015

Hay días...

Hay días que escucho cercanos tus tacones,
que confundo tu perfume con el aroma de las flores,
que disfruto el sabor de tus labios en alguna fruta,
días que siento que vivo en ti.

Hay días en que el viento me dicta tu nombre,
que las estrellas dibujan tu silueta en mi cristal,
días que me tocan como tú lo hacías,
días que me hacen escribir.

Hay días que tu recuerdo me abraza,
que la tibiedad de tus caderas me reclama, 
que la humedad de lo que te convierte en mujer me llama, 
días repletos de soledad.

Hay días que me tienen escribiéndote,
otros que me hacen pintar tu figura en la pared,
algunos que me hacen esculpirte entre mis sábanas,
los peores que me hacen llamarte ahogado en algún licor.

Hay días que quiero callarte,
otros que te quiero matar,
los más peligrosos son cuando quiero amarte,
todos te hacen recordar.

martes, 4 de agosto de 2015

Me gusta...

Me gusta el desarreglado estilo que tiene,
o su caminar sin titubeos,
su sensualidad simple en unos ojos negros,
su tibieza y sutileza en los detalles.

Me gusta el exceso de sinceridad en su ser,
el arraigado apego a sus demonios,
la maldita seguridad que tiene en la mirada,
la debilidad de su boca al conversar.

Me gusta el café que me prepara,
el tibio aire que suelta al suspirar,
la ventisca que libera su melena mojada,
me gusta el valle de su fertilidad.

Me gusta saber que habito en su mente,
que de repente me cuelo en su soledad,
que a veces la obliga a pensar en mí.

Me gusta pensarme preso en sus pechos transparentes,
en sus ojos de cristal,
en ese corazón latente,
en su sonrisa después de pecar.

Me gusta pensar que tal vez lo sepa,
que tal vez algún día se pueda enterar,
me gusta fingir que no me interesa,
porque sé que también lo puede disfrutar.