Me pierdo en el ocaso sobre tus pechos,
ese horizonte que se creó en mi mente;
sofocado en el manantial de tu vientre,
cobijado por el calor de tus muslos.
Sonriente me miras mientras respiro desnudo,
al final tu sonrisa me refleja la belleza del pecado;
el sabor de deseo que acaba de impregnarme el alma,
a estrellarme contra el piso.
Tan sutil soy que quepo entre la distancia exacta entre tus senos,
indefenso como un pequeño cachorro;
tan magnánimo cuando estás entre mis brazos,
poderoso como el rey frente a su ejército.
Eres tú, mi pachamama,
el origen y el fin;
mis anhelos y mis rezos,
esos rezos ateos y sinceros;
mis sonrisas idiotas de adolescente enamorado,
los sutiles mensajes de amantes en botellas lanzadas al mar;
la mirada de los sillones que han visto pasar a las putas;
el bandoneón que acurruca con su ritmo la pasión del tango.
Eres tú, aquél paisaje que retrato en mi mente;
aquél mágico lugar entre mis pasiones al que siempre vuelvo,
la aurora que alumbra mis campos;
el arrebol que me incendia el iris.
Paisaje divino, diosa en imagen...
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