Como el aire susurras en mi oído,
me dices que me amas,
que no puedes vivir conmigo,
ni sin mis besos por la mañana,
que es solo una treta del destino,
que tu amor y el mío no se llevan,
pero que tu amor y el mío se desean.
Como el frío golpeas en mi pecho,
es un golpe de despecho,
un golpe de desesperación,
un golpe de anhelo,
es la lucha entre tu orgullo contra tu
razón.
De repente me besas,
ahora ya no sé quién soy,
sí solo soy el
demonio que se enjuga con tu cuerpo,
o aquél ángel que ha venido a llevarte
hasta dios.
No lo entiendo, te ríes y fumas,
primero colocas en mi espalda alas,
como dos cuchillos afilados,
después las arrancas de un tajo,
metiéndome tus dedos en mi yagas.
Disfrutas esa incertidumbre que creas en
mi,
la gozas,
lo haces con tanta vehemencia que también
lo hago yo,
no entiendo,
solo juegas con mi mente,
al final ya no sé ni que soy yo para ti,
Sonríes, mi cráneo revienta en partículas
de mí,
te ríes, mi alma se abalanza hacía ti;
por último me besas,
lo haces con tanta alevosía que por fin
creo en ti,
entonces descubro que no soy yo sin ti.
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