sábado, 15 de marzo de 2014

Paraíso terrenal...

Entre mis sombras y tus contraluces estamos,
te miro erguida en una pila de cadáveres, 
de sueños rotos, 
de ilusiones perdidas, 
te miro como si en ti encontrara la esperanza, 
aquella pequeña luz que me hace seguir, 
como si en ti encontrará la panacea, 
como si tú fueras mi salvadora.

Tú, ensimismada con tu ego solo sonríes,
sabes que pienso yo de ti, 
disfrutas saber que para mi eres todo, 
una salvación a mi pecadora alma errante, 
una morada para esta alma en pena,
mi boleto gratis al cielo, 
la salvación que ha tomado forma de mujer.

Despacio, tomo tus manos, 
me hundo en ellas, 
en ese tibio calor que desprenden, 
en su pálido color lúgubre, 
me miro en esos ojos negros, 
en ese gran abismo que se forma en tus pupilas, 
me hundo en ese vacío y por fin me encuentro yo,
sentado a la otra orilla del pantano de tus sentimientos,
 jubilado de este penar, innecesario, 
para la resolución de un alma plana, transparente, 
que se ha consagrado a ti.

Yo te vuelvo a mirar, 
me miro a mí a través de ti, 
te beso, me dejas besarte, 
lo disfrutas, 
sabes que eso te hace más fuerte, 
que es como si fuera la sangre para un vampiro, 
me devoras, 
pedazo a pedazo mi piel se hace tuya, 
con cada suspiro me arrancas un pedazo de mí,
lo haces propio, 
al final todo es ya de ti, 
de esa sonrisa que me ha embrujado, 
de la simple perfección de mujer, 
de ese cuerpo de diosa que me seduce, 
que me hace suyo mientras ama, 
de ese sutil conocer del pecado del amor, 
me haces tuyo, después de no querer.

Ahí descubro el cielo, 
he llegado al fin, 
es entre el vaivén de tus pechos donde he podido ser, 
descansar en tu cuerpo desnudo sobre la cama, 
entender el olor de la calma, 
disfrutar del cielo encarnado, 
entender que eres tú, mi paraíso terrenal.

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