domingo, 22 de enero de 2017

Olé...

Eres ese cosquilleo en mi garganta;
esa sensación que sube por mi cuerpo,
la pasión hecha mujer,
el clamor de mis adentros.

Tienes el cuerpo de los tintos asolerados;
esa dulzura en el vaivén de tus caderas,
la maravilla de verte caminar hacia mí;
de sonreírme y prenderme en tu mirada.

Ese aroma tan tuyo lleno de soberbia;
comparable solo con el de un buen habano;
con la sutileza de robarme el aliento;
con la ferocidad de acelerarme el ritmo.

Tienes la altivez de las bailaoras;
mujer que aunque no conoce este mundo me atrapa,
me lleva templado dentro del vuelo de su falda, 
como un toro en el engaño;
me haces faena con tus besos,
en la forma en que sonríes,
con tus palabras tiernas.

Eres tú, aquella bella dama,
la que viene con duende avivando mis soleras;
enseñándome a escaparme del sufrimiento;
llevándome templadito, suave;
como torero fino;
arrancándome un olé del alma,
prendiéndote de mi destino.

Eres tú, maja, 
la que has abierto el camino;
la sonrisa salvadora en este día de frío;
de esas tardes con fiesta;
de los soles vacíos;
de las sombras intactas,
de mis amores ficticios;
de los poemas inconclusos,
de mis pasiones sin miedo.

Eres tú, la mujer que ha venido;
que fuera de este mundo;
mi corazón hace suyo;
que me tiene gritando los olés por sus mundos. 

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