Te sigo sintiendo,
húmeda, cálida, pasional;
con el deseo en la boca,
llamándome desde el horizonte de la habitación;
convenciéndome que no eres una diosa,
me estrellas un «los dioses no saben amar, yo si» en el pecho.
Me cuestionas y contestas sola;
sabes que te amo;
que te deseo, que eso aún es peor;
que soy tuyo.
Que habito tus senos perfectos y redondos;
que nado en tus pupilas dilatadas;
que tu sonrisa es mi arrebol;
que mientras te amo me siento libre,
con una maldita libertad efímera en tu vientre.
Me haces tuyo;
me despojas.
Simplemente no puedo alejarme de ti;
de esas medias que llegan a tus muslos,
de tu caminar hacia la cama,
de tu anochecido pelo sobre mí,
de tu cadera cadenciosa mientras estoy en ti.
Estoy enamorado de ti;
de esa anárquica figura de tu silueta;
perfecta muestra de la belleza de la simpleza;
no hacen falta leyes ni reglas
tú haces paz con miradas,
guerras con gemidos,
treguas con besos.
Eres esa sensación de plenitud.
Eres mi Estado y mi nación,
mi excepción y mi dictadura.
Todo por tus muslos cálidos,
porque al final me regañes;
me grites sonriendo,
me ames... Como siempre.
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