Hay algo roto en mí,
en mis letras que no fluyen;
en mi mirada perdida;
en fin, algo roto en mí.
El espejo me miente,
trato de esbozarle una sonrisa;
el maldito me la responde,
trato de encontrar quien soy.
Después de todo el estar roto no es malo
-me digo intentando convencerme-
el whisky y el cigarro saben igual.
El humo se usa para disipar las ansiedades,
el alcohol, supongo, para resquebrajar las penas;
el resultado es una soledad que te busca reparar el alma.
Es por eso que hoy escribo con el ego lastimado,
con las heridas abiertas y respirando por ellas;
buscando surcir mis llagas en letras, en humo o alcohol.
Descubriéndome a través de las heridas,
renaciendo de las cenizas,
levantándome desde las ruinas.
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