En el silencio distingo tu voz;
será la calma o mi necesidad de ti,
de tu cuerpo tibio abrazándome,
de tus labios dulces dándome de beber,
de tu deseo.
Será que te alucino mientras fumo;
dentro del humo descubro tu silueta,
tus cóncavos espacios,
tus perfectas curvas imperfectas;
tu desazón al amar.
No sé que hago frente a ti, otra vez,
en esta epifanía brutal de tus pechos,
de tu boca carmesí encendida como una brasa,
soñando en mis letras;
alentándome de nuevo en la bohemia,
soñandome trovador y poeta.
Escribiéndote de nuevo,
pintándote a versos sobre la hoja blanca,
desprendiéndote de mi mente con trago en mano;
de este sentimiento eterno que aborrezco,
que amo.
Será simplemente el masoquismo,
aquél de amarte y no decirlo;
de saberte en otros brazos,
de ilusionarme mientras no estás.
Escribiendo imposibles desde la razón;
escudriñando las razones, los motivos,
las misivas en blanco que dejaste;
aquél labial con el que no me besaste.
Y aquí estoy, escuchando tu voz,
en silencio, en calma, en paz;
Una realidad alterada donde no estás,
y sin embargo te siento.
Maldita sea. Otra vez.
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