lunes, 18 de enero de 2016

Yo...

Bruma sobre el sol,
sonidos dispares de tus pasos,
largas piernas que se difuminan en las sombras;
sereno que me llama,
lugar que me reclama;
egoísmo inútil de un suave toque sutil de orgullo,
de amor propio que no funciona,
que no es más que un destello de viejas épocas.

Y ahí está el puño en el aire,
la lucha, el ego, la pasión,
el no renunciar a tus sueños,
a tratar de comprar con ellos comida,
de pagar renta, de callar complejos;
de no sucumbir en la domesticación.

Ahí está el lobo,
aún al acecho,
ahí desde lo más oscuro de tus entrañas,
ahí desde el arrabal de tus recuerdos;
de ese lugar que te rememora las mil noches,
los miles de sueños, 
esos que ahora desparramas sobre formas;
de esas lágrimas de dolor,
de terror, de impotencia;
de esos sueños que aún no te dejan despertar. 

Y ahí estás, frente al espejo,
preguntándote si aún vas... 
Y ahí estás, ahora más viejo,
más tullido;
menos sabio a pesar de lo que dicta la costumbre,
con la norma entre las cejas, 
con temblor en las rodillas...

Ahí estás, ahí te veo...
Yo, el que solías ser.
Yo, el que querías ser.

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