martes, 16 de septiembre de 2014

Fe

Surcos de miel brotan desde tu cabello;
mágico recital de angeles en mí,
escribas de lo superfluo,
estrellas despampanantes de tu luz,
cocuyos que alumbran mi ser,
y esas bengalas precisas,
lumbreras alazanas que me funden en sí,
en ese recuerdo de sueños,
de esperanza y de fe.

Tú, mi altar favorito a la diosa,
a ese bello ser al que me ofrezco cada noche,
a la que dedico cada caricia en cuerpos lejanos,
aquella divinidad etérea que me llena de mí,
que me devuelve la vida,
que bebe champagne junto a mí,
o ese tibio aroma a paz que deja,
que se impregna en mi pecho,
aquél otrora árido lugar en donde vives,
ahora convertido en un oasis, por ti.

 Y así, te rezo a ti, en ti y por ti, 
tú, mi altar, mi diosa y mi plegaria, 
mi fe, mi fuerza y mi terquedad,
mi vida, mi muerte y mi paraíso,
a ti, bella divinidad.

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