Adiós, susurran los árboles mientras camino;
saben de ti, saben de mí;
saben de este amor que no pudo ser;
de esta historia que no se cumplió.
Hay vasos sucios en la cocina;
botellas vacías se erigen por la casa,
son los epitafios a los besos que no te di,
monumentos a este sentimiento moribundo,
a este amor que espera el tiro de gracia.
Las gotas de lluvia mojan las ventanas,
esas que cubrías con solemnidad,
las que envolvías en seda y satín;
esas donde me esperabas llegar,
esas que hoy parecen llorar desconsoladas,
esas que me preguntan por ti cada amanecer;
aquellas que por las noches me dibujan tu silueta;
las mismas en donde estrello mi bocanada de humo.
Hoy la soledad me grita tu nombre;
aferrado a un sentimiento la callo,
esperándote,
sabiendo que no volverías,
remendando mi corazón hecho añicos;
resarciendo la herida de mi pecho;
condenando a galeras mis sentimientos;
sonriendo roto por tu amor fugaz.
Y estoy aquí, hablando con la tumba de nuestro amor;
con un rosario en una mano y la botella en la otra;
escuchando tu nombre en las bohemias de mi guitarra;
imaginando que bailas por burlerías en la casa;
jugando al sepulturero de mi corazón herido.
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