Y así me gustaste,
obstinada, infinita;
natural y fantasiosa,
casi como tus besos.
Poco a poco me enamoré,
entre tus cándidos muslos,
en tu vientre de coral,
en tus senos de nube.
Eres algo así como perfecta,
taciturna e ilógica,
loca y embriagante,
voraz como una loba.
Hacías transfusiones de tinta a mi corazón roto.
herías al mismo tiempo mi libertad,
verdugo y juez, eso eras,
tímido saludo matinal;
caricia con la que despides el alba.
Maratón de sensaciones en mí,
tu cuerpo, nicho de deseo,
infranqueable guarida de mi pasión.
Tus ojos acuosos y pardos,
piscinas de amor de papel,
de orgasmos de verdad,
de seda que envuelve y ahorca,
que mata y reconforta,
que da a luz y lastima.
Redondel lleno de muerte,
de ritual y de espiritualidad;
Quirófano de vida,
primavera nevada; así,
como la contradicción de tenerte,
de besarte, de verte.
Por último un réquiem,
este que escribo aquí,
a la voluntad amorosa de un poeta caído,
a la musa perdida entre labios partidos,
al poema escrito con tinta de mi ser en tu piel,
aquél que muere con este punto final.
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