jueves, 12 de abril de 2018

Miro...

Miro tu rostro de niña,
me sonríes discreta,
esperando que nadie se de cuenta;
me fascina tu ternura,
ese halo de inocencia que transmites,
que inunda de paz el espacio,
que se apropia de mis sentidos,
que me hace sonreír sin prisa.

Podría mirarte horas, días o años,
podría hacerlo y sentir que me hace falta;
sentir tus manos junto a las mías,
ese roce de tus pies con mis piernas,
tus abrazos que me juntan el alma,
que recaban mis pedazos,
que me regresan a mi sitio.

Así, te miro, cuidando que no me miren,
en esa clandestinidad de este cariño,
de este contrabando de sentimientos,
del secreto guardado,
de mi grito mudo de te quiero cada que te miro.

Te miro así, 
con esa fe restaurada en algo que creía muerto,
con un deseo nato por besar cada espacio de ti,
con esa ternura con la que se mira a lo querido,
así, tan simple y llano,
diáfano con tus sentimientos.

Y así voy callando este sentimiento,
voy queriendo tocar tu piel de nuevo,
esa tersa y suave sensación de paz;
voy queriendo amarte sin barrera,
pensando en lo complicado,
pero asegurando que pueda ser,
pueda ser la historia de tu vida,
la que se quede guardada,
las letras en la piel y los besos;
ser el hombre para esta gran mujer.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario