martes, 3 de febrero de 2015

Gaia.

Entre la pasividad de las montañas estás.
suave caricia del agua del río,
sonrisa mágica del alba al morir.
sutil encanto del viento invernal.

Entre los sollozos del bosque se descubre el viento,
natividad abrupta de un hombre sin sol,
estoconazo certero a un toro de cielo,
descorazonador de siluetas pintadas de sal.

Así, con la brisa murmuras mi nombre,
en la distancia tu cuerpo no ha dejado de amar,
esta naturaleza maldita del ajeno amarse,
esta sed maldita de tu deseo acabar.

Serás tú la diosa bendita, 
la tierra madre que he de abrazar,
aquella que finiquite mi dulce agonía,
de amar sinsabores y derrotas ganar.

Eres tu la naturaleza bendita,
la magia de la serenidad,
la esteta de mis sentidos,
la morada de mi pasión más carnal.

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