El tiempo nos jugó una broma,
su relatividad nos atacó;
para ti era demasiado pronto,
para mí, algo tarde.
Juntos mirábamos el reloj,
tantas veces,
tantas horas,
tú, con paciencia,
yo, desesperado.
Y juntos veíamos caer la arena,
la mirabas sin pausa,
esperabas que pasara cada grano,
cada segundo, cada palabra;
yo, la miraba impaciente,
trataba de que llegara a su fin,
que el río de arena terminara,
que acabará con ese desierto.
Y aún así, aquí me tienes,
ajustando los relojes,
moviendo manecillas,
poniendo más arena,
aceitando los engranes;
para que cuando decidas llegar sea el momento,
para que no sea demasiado tarde,
para que no sea demasiado pronto,
para que sea justo a tiempo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario